sábado, 2 de abril de 2016

Costumbres

Marina Colasanti (Asmara, Etiopía, 1937)
Reside en Brasil desde 1948
de Eu sei, mas não devia, Editora Rocco, Río de Janeiro, 1996
Traducción al castellano de Selo Blanco



Sé que la gente se acostumbra. Pero no debería.
La gente se acostumbra a vivir en un apartamento interior
y a no tener otra vista que no sea las ventanas de alrededor.
Y como no tiene vistas, luego se acostumbra a no mirar hacia afuera.
Y como no mira hacia afuera luego se acostumbra a no abrir de todo las cortinas.
Y como no abre las cortinas luego se acostumbra a encender más pronto la luz.
Y a medida que se acostumbra, olvida el sol, olvida el aire, olvida la amplitud.
La gente se acostumbra a levantarse por la mañana sobresaltado porque es la hora.
A tomar el café corriendo porque va atrasado.
A leer la prensa en el autobús porque no puede perder el tiempo del viaje.
A comer un sandwich porque no hay tiempo para almorzar.
A salir del trabajo porque ya es de noche.
A dormitar en el autobús porque está cansado.
A acostarse temprano y dormir profundo sin haber disfrutado el día.
La gente se acostumbra a abrir el periódico y a leer sobre la guerra.
Y aceptando la guerra, acepta los muertos y que haya una cifra de muertos.
Y aceptando la cifra acepta no creer en las negociaciones de paz,
acepta leer todo el día sobre guerra, sobre cifras, sobre su larga duración.
La gente se acostumbra a esperar el día entero y escuchar al teléfono: hoy no puedo ir.
A sonreír a la gente sin recibir una sonrisa de vuelta.
A ser ignorado cuando necesitaba tanto ser visto.
La gente se acostumbra a pagar por todo lo que desea y necesita.
A luchar para ganar el dinero con qué pagar.
Y a ganar menos de lo que necesita.
Y a hacer colas para pagar.
Y a pagar más de lo que las cosas valen.
Y a saber que cada vez pagará más.
Y a buscar más trabajo, para ganar más dinero, para tener con qué pagar en las colas en las que se cobra.
La gente se acostumbra a andar por la calle y ver carteles.
A abrir las revistas y ver anuncios.
A encender al televisión y ver publicidad.
A ir al cine y engullir anuncios.
A ser instigado, conducido, desnortado, lanzado a la infinita catarata de productos.
La gente se acostumbra a la polución.
A las salas cerradas con aire acondicionado y olor a cigarro.
A la luz artificial con su ligero temblor.
Al choque de los ojos con la luz natural.
A las bacterias del agua potable.
A la contaminación del agua del mar.
A la lenta muerte de los ríos.
Se acostumbra a no oír los pájaros, ni el gallo de madrugada, a temer la hidrofobia de los perros,
a no coger la fruta a pie del árbol, a no tener ni siquiera una planta.
La gente se acostumbra a demasiadas cosas para no sufrir.
En dosis pequeñas, intentando no percibir, se va apartando un dolor de aquí,
un resentimiento de allí, una revuelta allá.
Si el cine está lleno la gente se sienta en primera fila y tuerce un poco el cuello.
Si la playa está contaminada la gente solo moja los pies y suda en el resto del cuerpo.
Si el trabajo es duro la gente se consuela pensando en el fin de semana.
Y si el fin de semana no hay mucho que hacer la gente se acuesta temprano
y aún queda satisfecho porque siempre tiene sueño atrasado.
La gente se acostumbra para no rallarse en la aspereza, para preservar la piel.
Se acostumbra para evitar heridas, sangrados, para esquivarse
de la faca, de la bayoneta, para proteger el pecho.
La gente se acostumbra para proteger la vida que poco a poco se gasta y, que
de tanto acostumbrarse, se pierde de sí misma.

Cobardía

De Pablo Arribas en El universo de lo sencillo.

Ahora nuestro mayor miedo en las relaciones con otras personas es que pensamos que el hecho de que nos preparen el desayuno es que ya te están pidiendo matrimonio. Y es entonces cuando te vas a las cinco de la mañana después de hacer el amor en vez de quedarte y disfrutar del momento”.
Siempre he tenido una teoría: tanto si estás soltero, como si estás en pareja, estate al 100%. No tiene sentido estar en un amanecer mirando al Oeste ni en un atardecer mirando al Este. Que donde estés, estés.
Vivimos bajo una oleada de cobardía. La mayoría de relaciones fracasa por la inoperancia de unos amantes que lejos de lanzarse con todo se rondan a medio gas. Bajo el nombre de la libertad escondemos nuestro miedo al compromiso. Siempre tenemos una excusa. Decimos “no, es que no quiero esto” o “es que prefiero aquello”, cuando en realidad lo que nos arde dentro es un “no me atrevo”.
Antes, cuando conocías a una persona que te gustaba, el miedo era a terminar, pero te arriesgabas; ahora, aunque encuentres a una persona que te encanta, el miedo es a empezar. Hemos pasado del miedo a la independencia al miedo a la dependencia, del miedo a estar solos al miedo a vivir acompañados, del miedo a morir al miedo a vivir.
Conocemos a las personas con ganas de huir. Cada persona es un mundo entero, y nosotros, en lugar de viajar por ellas, hacemos turismo. Sentimos que si nos quedamos más tiempo del que dura la reserva tenemos que mudarnos allí, y eso nos supone un peso tan grande que hacemos rápidamente las maletas. (...)

Somos unos cobardes

Estamos llenos de miedo y somos unos cobardes. Si, cobardes.. Vivimos haciendo cosas que no queremos, diciendo cosas que no sentimos, fingiendo hasta los orgasmos y ni siquiera tenemos el valor de mostrarnos como somos. Nos pasamos el día proyectando en el de al lado. Tenemos miedo de lo que el otro pueda pensar, tenemos miedo de ver lo que el otro nos respondió, de si lo que decimos le cae mal a fulano, de si nuestro nuevo corte le parece malo a mengano. Y así vamos, con miedo, siendo igualitos unos a otros. Y después pretendemos encontrar a alguien diferente. Cómo lo vamos a hacer si somos parte de una misma bolsa llena de cobardes? Si cuando sentimos algo nos mentimos y nos boicoteamos, buscamos excusas y nos tiramos abajo. Somos débiles, porque la gente fuerte ama, ama todo el tiempo y va por ahí desentonando con todos nosotros.

Reencuentros

Me encantan los reencuentros. Aunque nazcan de algo tan triste como una despedida. Pero pago ese precio con gusto si el resultado siempre es una sonrisa compartida y un abrazo que nos acomoda el alma. Después de todo no hay algo más puro que eso. Volver a verse es volver a creer. Siento que reencontrarse con alguien significa que un milagro puede repetirse, es volver a pasarlo por el corazón y sentir que el tiempo no pasó.

Viernes, 15 de marzo de 2016 - NO ES CASUAL

No hay casualidades, no las hay. Lo que pensamos que es una simple coincidencia es el resultado de algo extremadamente más complejo y más mágico. Nos pasa lo que necesitamos, lo que en el fondo queremos que pase, lo que pensamos lo atraemos, es así y no hay vuelta.

Jueves, 14 de marzo de 2016 - EL ESPEJO

A veces pienso que todos somos espejos, y que vivimos, amamos y sufrimos en base a los reflejos que vemos en los demás. Pienso que cuando criticás a alguien, estás criticando lo que te molesta de vos mismo, criticás esa proyección tuya. O en el amor... De qué nos enamoramos? Del otro? O de nuestro reflejo en el otro? Será de cómo nos vemos nosotros mismos a través de esa persona? Quizás por eso algunas almas conectan al primer cruce. Y parece no haber razón, no se entiende, no se explica. Solo se siente. Creo que es por eso: Para vernos, tenemos que mirarnos en otro espejo.

Martes, 8 de marzo de 2016 - Día de la mujer

Nosotros nos condenamos a sufrir. Desde el momento en que alguien escribió que la mujer nació de una costilla nuestra. Nos condenamos al condenarlas. No entendimos que lastimando al de al lado nos dañamos a nosotros también. Y vivimos así, miles de años, sin replantearnos las cosas. Repitiendo de generación en generación los mismos actos sin detenerse un segundo. ¿Por qué nos hicieron creer que hay roles asignados según el género? Si me preguntan, mi respuesta sería por miedo. El hombre de hoy termina viendo como una amenaza a la mujer libre y con derechos, y así actúa, y por esa misma razón se las oprime, se les recorta su libertad, se las pone en segundo plano, se les asigna roles y se las encierra. El miedo que llevó al hombre a minimizar a la mujer, terminó minimizándonos a nosotros mismos... Son tiempos de cambio y hay que entender que la batalla la habremos ganado el día que no haya diferencia en ningún ámbito, para ellas, y para nosotros. Ni arriba, ni abajo, al lado de ellas. Feliz día, que sea otro paso más hacia un mañana sin diferencias!

lunes, 7 de marzo de 2016

¿Y vos qué sos? No, no hagas la simple, no hagas la de siempre. No somos lo que estudiamos, ni somos nuestro trabajo. No somos ni solteros ni casados. Y no te atrevas a pensarlo: tampoco somos lo que vestimos! Esa es la respuesta fácil, la simple. Creo que somos más que eso. Somos lo que amamos, lo que soñamos. Somos las cosas que queremos olvidar. El secreto que no pudimos contarle a nadie. Somos las ausencias, los rechazos, las pérdidas. Somos las lágrimas que soltamos y las que nos ahogan. Somos la fuerza con la que nos levantamos de una caída. Somos el silencio que enmudece lo que duele y esa risa que libera las penas. Somos lo que nos apasiona y lo que nos altera. Somos lo que negamos y lo que abrazamos. Somos lo que criticamos del otro. Somos lo que permitimos y lo que no queremos ser. Somos miedo. Somos sol y somos luna. Somos una eterna contradicción. Por eso no somos ni como ayer, ni como mañana: somos hoy.

Miércoles, 2 de marzo de 2016

Salí de mi casa rumbo al trabajo. En la parada del colectivo me encuentro con una mujer. En la espera, pasa un hombre en una moto, apenas distingue que es una mujer le grita algo. El colectivo llega, subimos, y el chofer que podría ser el padre la mira de arriba abajo con una mirada que la desnuda y la incomoda: "Pasá gratis, no te hagas problema", le dice. Llego al trabajo, cabe destacar que es en un shopping. Podría enumerar cientos de cosas que me parecen desagradables pero centrémonos en, por ejemplo, como las marcas de ropa venden un estereotipo de mujer perfecta que no hace más que lastimar a millones, las publicidades que cosifican a todo el género femenino, las que nos quieren hacer creer que ellas vinieron al mundo para tres cosas: cocinar, lavar y planchar. Después de la jornada, la vuelta a casa. Llego a destino, me bajo y atrás mío lo hace otra muchacha. Apenas bajamos esperamos que el semáforo corte para poder cruzar, un auto pasa y le toca bocina. Del otro lado de la calle el padre la estaba esperando para acompañarla los 100 metros que separaban su casa de la parada. Y me detengo ahí: de un lado, ese padre que es consciente del mundo que nos toca vivir y trata de cuidar a su manera a su hija. Del otro, algún otro padre que no le enseñó a su hijo a respetar a la gente, y por consiguiente, a las mujeres.
Llega la medianoche y yo estaba por visitar a unos amigos, decidí caminar las treinta cuadras que separan nuestras casas. En la mitad del recorrido paso por una esquina y advierto que una chica caminaba sola durante la oscura y desértica calle, igual que yo. Sigo mi camino, noto que ella apura el paso para estar cerca mío, y no puedo evitar pensar en el miedo que ella sentía. Y pensaba: a mí como mucho me podían haber robado el celular, algún billete, pero a ella la calle oscura y solitaria le puede arruinar la vida, o quitársela. Esa noche me acosté y todavía sentía el estómago revuelto por las cosas que había visto. Y pensé: esto pasa todos los días, todo el tiempo. Las mujeres conviven con eso. Y lo que es peor, quizás esas chicas no solo lo pasen horrible en la calle, o en el trabajo, sino que después llegan a su casa y son víctimas de otro tarado que la violenta sin motivos. Y por si eso fuera poco, quizás esa mujer termine perdiendo la vida. Y vayamos un poco más allá, esto no es ficción, esto pasa: a esa mujer la matan y después veamos en la televisión como justifican lo que pasó, como las víctimas pasan a ser culpables. Hay que entender que nunca hay motivos para la violencia de género, solo hay excusas. Un femicida asesina a una mujer por la simple razón de que es mujer. El sistema creó una división entre los seres humanos en base a su diferencia de género. La perversión que maneja y la mentalidad machista es tan grande que logran esto. Es uno de los puntos que más tenemos que corregir si queremos solucionar el tema de la violencia de género y la desigualdad. Ese día el mundo va a ser un poco más lindo para todos. La sociedad habrá ganado la más hermosa de las batallas. No callemos, hagamos. No porque son mujeres, sino porque son personas que merecen ser tratadas como tal. Erradicar esto nos hará mejor a los hombres también. Hacelo, por la mujer que tenés al lado, por tu mamá, por tu sobrina, por tu hija, por vos y también por mi.
Que vivan esas personas que más que abrazarnos, hacen que cuando estamos con ellas nos abracemos a nosotros mismos.